El poder de la imagen y la imagen del poder
Resumen
En 1998, el prestigioso director de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, publicaba
un libro en el que nos recordaba cómo la televisión, con el impacto de sus
imágenes, imponía lo que debía ser actualidad, al tiempo que obligaba a la prensa a
imitarla. Lo que venía a demostrar Ramonet es que la televisión se ha convertido hoy
en día en el magno constructor de la actualidad informativa, provocando el shock emocional
y condenando prácticamente al silencio y a la indiferencia a los hechos que
carecen de imágenes. Este principio rector no sólo afecta a los modos y formas de comunicación,
sino también a los lenguajes. El primer gran efecto de la televisión, tal y
como se concibe hoy en día, es que la importancia de los acontecimientos es proporcional
a su riqueza de imágenes. O, por decirlo de otra forma, que un acontecimiento
que se puede enseñar (si es posible, en directo, y en tiempo real) es más fuerte, más
interesante, más importante, que el que permanece invisible y cuya importancia por
tanto es abstracta. En el nuevo orden de los media las palabras, o los textos, no valen
lo que las imágenes1. Entre otros motivos, porque son lentos, aburridos y no despiertan
los mismos sentimientos que la imagen. El resumen de esta constatación podría
ser que, si hasta ahora se afirmaba que sólo lo que era noticia existía, ahora habrá que
decir que sólo lo que se ve por televisión existe (aunque no sea verdad, tal y como
ocurrió en la Guerra del Golfo).